El Espanyol ha sido siempre un club humilde que ha vivido a la sombra del gigante culé, lo que le ha otorgado esa condición del hermano pequeño de la familia que le ha hecho ganar tantas amistades a lo largo de la historia. Cuando eres el pequeño de la familia tienes que vivir defendiéndote como puedes de los ataques de los más grandes y por eso hace 10 años el Espanyol se reencontró con su historia.
Para la hinchada perica Sarriá siempre será su estadio. Era uno de esos estadios que imponen al verlos, pero no voy a hablar hoy de él. Hubo un día en que el Espanyol acuciado por impagos, por querer ser más de lo que podía viviendo a la sombra del gigante tuvo que abandonar una parte de su alma: Sarriá. La tristeza entre la afición blanquiazul fue mayúscula pero sólo hasta que se dieron cuenta de dónde estaban.
La montaña mágica, el Estadio Olímpic, cuna de grandes gestas en el 92, cuna de ese sentimiento de la superación olímpica, del sufrimiento del atleta… Recordar el esfuerzo de esos hombres dio fuerzas a un equipo que consiguió llevarse dos copas del Rey y ver como el sueño de ganar una UEFA desaparecía en unos malditos penaltys. Pero no sólo es el estadio olímpico lo que hace que el Espanyol crezca día a día. El Estadi Olímpico, el Lluis Companys está situado a la ladera de la montaña mágica, a la ladera de uno de los castillos más mágicos de Cataluña, un castillo en el que se defendió el honor de una ciudad y ahora se defiende el orgullo de ser perico.
1929